En nuestro caminar con los jóvenes, reconocemos que no podemos transformar sus corazones por nuestros propios medios. Necesitamos la guía y el poder del Espíritu Santo, quien es el único capaz de obrar en lo profundo de cada vida.
Por eso, enfocamos cada enseñanza, cada conversación y cada actividad con la mirada puesta en Cristo, sabiendo que Él es quien transforma.
Además, fomentamos el compañerismo y el respeto entre ellos, confiando en que Dios es quien moldea sus corazones para amar, servir y compartir con generosidad.
Les animamos que en casa continúen sembrando en sus hijos la Palabra de Dios, los valores y las buenas costumbres.
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